31 mar de 2011

Cerrado por demolición

Foto: Francis Sánchez.

[He decidido publicar, antes de que este blog quede clausurado, algunos textos que no hice públicos en su momento justo, o porque me fue imposible en la práctica hacerlo, de acuerdo con dificultades obvias, o porque, mientras pasaban los días, tuve dudas de si sería lo más conveniente. A tenor con los últimos acontecimientos, creo que lo más oportuno es no dejarlos pendientes de publicación. Son los siguientes textos: el artículo “Guatacas”, el poema “La palabra Abedul” y los documentos “Carta abierta a un amigo” y “Aclaración al lector”. El último trabajo que debe de publicarse en este blog, es “Cerrado por demolición”, que aparecerá dividido en tres partes o entregas: “La cosa en la red”, “Puntos negros” y “Nosotros y las nubes”]
 
I. La «cosa» en la red
 
Cuando abrí esta bitácora, hace apenas unos cinco meses, conté la anécdota de una noche llena de pesadillas, la vez que mi esposa casi colapsa y estuve a su lado para sobrevivir juntos a la impotencia, a la frustración, por motivos que se explican en el post «Despidos masivos. ¿Disolver al pueblo?» Ahora queda clausurada o clavada en el aire esta bitácora o blog, «Hombre en las nubes», con este artículo que, bajo el título de «Cerrado por demolición», pienso publicar en tres partes o entregas, también después de que he vivido otra noche de horror. La televisión cubana acaba de estrenar, en el horario estelar de las ocho y media de la noche, un nuevo capítulo de la serie «Las razones de Cuba», con el título «La ciberguerra».1

Yo que me había hecho la promesa de tratar de nunca herir, ni mucho menos atacar a otras personas en mis escritos, junto con la de no defenderme de ese tipo de golpes bajos cuando me convirtiera en un blanco por mis puntos de vista —estimular el forcejeo personal o chancleteo, supuestamente entre intelectuales, es una empresa de desguace y empobrecimiento ético en que los principales accionistas del inmovilismo y la censura suelen invertir sus amplios recursos, apostando al vacío, a la desesperanza y el asco generalizado—, al parecer no tengo otro remedio que contrariar la segunda parte de mis propósitos, y defenderme. Lo haré porque en esencia ni siquiera se tratará de una autodefensa, derroche que es imposible encausar con propiedad en medio de una desproporción tan excesiva y hasta abstracta como la que mi atacante se reserva respecto a mí. Parece que la hora es grave, y solo quiero, mientras pueda, denunciar la injusticia y fijar por escrito mis ideas y mi posición.

El aparato sin rostro de la policía política me acusa, entre los pocos «blogueros independientes» que existen en Cuba, de estar pagado por el gobierno de los Estados Unidos. «Cibermercenarios en Cuba» escribió una mano invisible en el buscador de Google y, para espanto en mi hogar, no sé qué tenebroso motor de búsqueda pudo arrojar como resultado de la edición de este programa televisivo que pasasen una página de mi blog por la pequeña pantalla. Enrique Ubieta, quien suele dar la cara muchas veces en defensa de la poderosa Raison d'Etat, autor de algún que otro libro por encargo y director del periódico La calle del medio, en otro momento dice a la cámara que se trata de buscavidas que tantean una salida a la crisis económica muy campechanamente, como quien monta una venta de fritangas, interviniendo en internet a cambio del dinero que paga Washington. Resulta insoportablemente falaz que aquí se ilustre con una sola página de mi blog, ni aunque sea durante una fracción de un segundo, pero sucede, es lo que he visto, y el mayor horror viene ligado a la profunda impotencia. No hace falta que diga que jamás he puesto un pie en la Oficina de Intereses de EUA en La Habana, ni he ganado ni aspirado a ganar un centavo por escribir o apuntar mis ideas en una bitácora personal. Bitácora a la que llegué un día buscando mi propio respiradero como intelectual en medio de la marginación. Marginación cuyas tasas habían subido mucho después que, a principios del año 2007, hice público el texto «La crisis de la baja cultura», cargado con una fuerte dosis de crítica social, en medio de aquellos sucesos que se han dado en llamar por algunos como «la crisis de los emails».

Escribir, crear y reflexionar defendiendo la hipótesis de una plena libertad interior, es algo que desde niño se me ha dado como respirar. Pero ni tiene sentido que me ocupe en correr más rápido que las mentiras, siendo verdad mayor un conocimiento común, atroz y popularmente incorporado a la conducta de sobrevivencia cotidiana frente al despotismo y al Síndrome del Misterio en Cuba: la clave no es prever el problema que te puedas buscar, sino el que quieran crearte. Yo, como cualquier individuo, carezco de movilidad legal dentro de un sistema monocorde, lo más que debo aspirar es a que me perdonen la vida por pudor a sacar la basura ante algún tercero. La estructura, el verdadero aparato del poder, trabaja en la sombra. Convicciones y actividades en que se escude cualquier individuo que ofrezca algún grado de rechazo al sistema, conformarán sólo un juego de cristalitos de una lupa, un microscopio o una mirilla telescópica, según cada evolución clínica.


Unos meses antes se había filtrado —circuló de una memoria flash en otra— el video de una conferencia que impartiera ante sus colegas un especialista del Ministerio del Interior, titulada: «Campañas enemigas y política de enfrentamiento a los grupúsculos contrarrevolucionarios», donde se abordaba el tema de las nuevas tecnologías. Sobre el punto de la blogosfera, hizo la siguiente acotación:

«Nos quieren crear en nuestras mentes el concepto de que el bloguero es una categoría de enemigo de la Revolución. Si nosotros entramos a fajarnos ahora con los blogueros, ahí sí nos vamos a ganar un enemigo.»

Sin duda el conferencista aludía al proceso de criminalización que, antes de la Internet y los blogs, a través del tiempo ya se había hecho contra otras tecnologías que empoderaban a las personas: videocámaras, videocaseteras, computadoras, impresoras y teléfonos móviles, por poner sólo algunos ejemplos, además de conceptos como sociedad civil y ramas de la ciencia como la sociología. Lo que me hace recordar que, cuando en 1998 tuve por primera vez una computadora con una impresora conectada, en una asamblea de cultura se registró el planteamiento de denuncia de aquel «peligro» que había en mi casa, hecho por el director de la biblioteca provincial. La estrategia operativa, sin embargo, aparentemente iba a sufrir un vuelco radical, pasando, de la supuesta precaución de una conferencia en privado, a la ofensiva en público con el establecimiento de un nuevo código de repulsa que, siguiendo el manual de guerra, reduce una realidad social conflictiva a un epíteto, a un término descalificador para el que no se pide raciocinio, sino eco, euforia, repudio incondicional: «cibermercenario» es la nueva palabra que se sobrescribe sobre tantas otras que históricamente han sido puestas en boca de las masas.

Al día siguiente del estreno del mencionado programa televisivo, el periódico Granma, órgano oficial del PCC (Partido Comunista de Cuba), publicaría una acusación aún más englobadora y horrísona, que aparentemente me dejaba ante las turbas etiquetado no sólo como un soldado venal más, sino con todos los colores de la típica bestia, cuya temporada de caza nunca amaina en espacios públicos: proyanqui, traidor, terrorista, o sea, un monstruo, listo para linchar, embalar y enviar al infierno. En un pueblo provinciano como la ciudad de Ciego de Ávila, donde vivo, acceder al infierno se consigue superando distancias muy cortas. Ya estos trámites de demonización habían comenzado desde mucho antes con un acoso que progresivamente dejó de ser velado. Hoy es el espionaje, la vigilancia y persecución que sufro todo el tiempo. Hubo hasta una reunión convocada por el Primer Secretario del Partido Provincial en que se exhortó a intelectuales y periodistas a salirme al paso. Un buen día alguien me roba, me saca de mi cartera el teléfono móvil. Otro día alguien viene a avisar que me han estado grabando y filmando. De la noche a la mañana se suspende una actividad literaria que algún desprevenido promotor tuvo a bien organizar conmigo y mi familia. De pronto, la televisión, en el aludido programa del día 21 de marzo, pone un precio moral a mi foto. Y por último, como colofón, el Granma trae acusaciones múltiples, y al mismo tiempo tan exageradas, que me permiten desmentirlas en bloque. Por suerte la actividad intelectual de un escritor y la reflexión social que se hace en un blog tienen por objeto salir a flote, abrirse al escrutinio, dejando pasar la luz que tanto le molesta a quienes viven de la sombra y la especulación. Así que en vez de decir «mentira» mil veces, puedo limitarme a preguntar en qué parte de mis textos he abogado por algo de lo que aquí se imputa:

«Estos blogueros [...] han exhortado al levantamiento en Cuba, han alentado a la violencia, apoyan la Ley de Ajuste Cubano, justifican el bloqueo, niegan que el sector más reaccionario de Miami sea enemigo del pueblo cubano, dicen que el caso del terrorista Luis Posada Carriles es una cortina de humo y hasta llegan a expresar abiertamente [sic] el cambio de sistema político [...]»2

El último reproche resulta demasiado confuso, evidentemente falló la redacción, pero vale dudar si, por enderezar ese texto, el «órgano oficial del partido» estaría dispuesto a prescindir de la dialéctica marxista que ha justificado teóricamente al sistema político cubano y que reconoce en las relaciones sociales un proceso no lineal, un objeto de transformación permanente. ¿Sería de inhumanos vivir con la máxima universal, tan romántica y absoluta, de «cambiar todo [¡todo!] lo que deba ser cambiado?» O, en cambio, ¿lo monstruoso no es que alguien pueda decidir qué es todo por todos? Idéntica paradoja fue presentada a los intelectuales en junio de 1961, en una reunión en la Biblioteca Nacional, bajo la fórmula de «Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada» (este año se conmemora el cincuenta aniversario), para que estos se entretuvieran largo tiempo chupando esa piedra. La vida iba a demostrar que no le tocaba a nadie hallarle salida a la retórica del poder, a nadie aparte del mismo sujeto preceptor, y menos a intelectuales con el «pecado original» de no ser proletarios o revolucionarios, y, entretanto, podrían darse tantas exclusiones como infinitos fueran el cosmos y la concentración de poderes políticos. Bueno, por algo no se conocen unas «palabras de los intelectuales», aunque el «tengo miedo», dicho aquel día por Virgilio Piñera, aún resulta harto explícito.

Proclamo responsablemente lo que creo que mejor emana de forma natural en mi obra: jamás comulgaría con el odio ni el derramamiento de una gota de sangre, desapruebo el bloqueo contra Cuba, y rechazo cualquier tipo de terrorismo, fundamentalmente el terrorismo de estado. Expresarme contra todos los terrorismos me lleva a estar, por ejemplo, contra ese que promueve revoluciones haciendo estallar bombas en cines y parques, contra ese que pretende desestabilizar gobiernos poniendo bombas en hoteles, contra ese que organiza escuadrones paramilitares y la desaparición de personas, contra ese que convierte una sociedad en una telaraña artificial y política capaz de funcionar milimétricamente para producir la expatriación o la muerte social de todo aquel que no convenga, contra ese que invade países y cañonea ciudades, contra ese que manda a las turbas a sitiar a un hombre en su casa con su familia sólo porque piensa diferente... A propósito, sobre el rechazo a la violencia puede verse una sección de mi poemario Epitafios de nadie (Ed. Oriente, 2009), allí el poema «Medallista de plata» sobre el sabotaje a aquel avión cubano en Barbados: «[...] ¿En qué isla, en qué rostro al azar / pidió el asesino pronto pronto un pasaje? / Quedó olvidado aquí adentro su equipaje. / Nunca vuelvas a abrirlo. El oro es para el mar.» En el mismo libro no aparecen, por cierto, porque fueron censurados —a lo que entonces me resignaba—, otros dos poemas que tratan sobre sendas tragedias de la historia contemporánea cubana: el hundimiento del remolcador Trece de marzo y los sucesos de agosto de 1994 que algunos llaman El Maleconazo.

Traidores o quintacolumnistas han sido catalogados, y también en bloque, de acuerdo con alguna estrategia de endurecimiento doctrinal, muchos sectores y grupos sociales, a veces de modo tan simple como «el que no salte es yanqui». Lo fueron aquellos jóvenes que tenían que esconderse para oír a los Beatles, los católicos, los testigos de Jehová, los homoxesuales, los poetas intimistas, los ecologistas, los artistas del artecalle en los años ochenta, los cantantes de hip hop, y un largo etcétera, cada uno en su momento. «Escorias», «vendepatrias», «gusanos» y aparentemente dignos de repudio, pedradas y patadas hemos sido una y otra vez los miembros de la familia cubana, indistintamente, recibiendo y pasándonos, en vez de un batón, la mota negra. Asimismo, con tal de coartar esa pluralidad que entrañan las diferencias ideológicas y la crítica social, se ha pretextado con frecuencia una siniestra traición por parte de las personas que adoptan un campo de acción intelectual minado internamente, porque estuvieran fabricando supuestamente un escenario para una invasión enemiga. Un retablo de una inquisición muy notoria fue el montado contra los autores de los libros Fuera de juego y Los siete contra Tebas, premios de la UNEAC 1968, de poesía y teatro respectivamente. La «Declaración de la UNEAC», firmada el 15 de noviembre de 1968, y endilgada cual prólogo al poemario de Heberto Padilla, puso en evidencia un mecanismo que se mantendría activo en esencia, aparato de hipertrofia que marca a las personas y las obras para su circulación con un sentido extemporáneo.

«Ahora bien: ¿a quién o a quiénes sirven estos libros? ¿Sirven a nuestra revolución, calumniada en esa forma, herida a traición por tales medios? Evidentemente, no. Nuestra convicción revolucionaria nos permite señalar que esa poesía y ese teatro sirven a nuestros enemigos, y sus autores son los artistas que ellos necesitan para alimentar su caballo de Troya a la hora en que el imperialismo se decida a poner en práctica su política de agresión bélica frontal contra Cuba.»

Manuel Díaz Martínez, integrante del jurado de poesía, cuenta que, después de muchos tejemanejes para evitar que se diera el premio ateniéndose estrictamente a la calidad literaria, la dirección ejecutiva de la UNEAC convocó a los distintos Jurados a una asamblea para explicarles los problemas que habían surgido con los libros en cuestión, y allí, entonces, Félix Pita Rodríguez en su papel de fiscal echó mano a la última carta, la del rayo letal y desintegrador, diciendo: «El problema, compañeras y compañeros, es que existe una conspiración de intelectuales contra la revolución.» Revela Díaz Martínez: «Ante semejante denuncia, pedí la palabra y lo conminé a que dijera los nombres de esos “conspiradores”. No los dijo. Lo que existía era una conspiración del gobierno contra la libertad de criterio.»3 Aunque no los dijo Félix Pita, los nombres de esos intelectuales serían bien conocidos en años siguientes, por las cargas de sufrimiento y ostracismo que algunos, «contrarrevolucionarios» como José Lezama Lima y Virgilio Piñera, iban a soportar hasta el fin de sus vidas.

Rechazo, denuncio el calificativo de «contrarrevolucionario» —ya lo de mercenarismo está incluido a priori, va siempre por la casa— que quiere aplicárseme para pretextar la represión, la eliminación del derecho a habitar una nación y una cultura que siguen vivas y abiertas, porque practique una política intelectual de resistencia que no es la del colaboracionismo, ni la del silencio, ni la del exilio, quizás más bien existencialista. Si me ofende es por falso, la misma razón por la que también creo que carece de valor el tópico del intelectual «revolucionario» que, con un funcionalismo y una economía axiológica reduccionista o excluyente, se ha usado para desnaturalizar la condición del artista o el intelectual —descomplejizarlo, deshumanizarlo, vaciando su pensamiento y su obra— en el periodo que ha seguido al triunfo de la Revolución, dentro de Cuba. Ambas reducciones son figuras impostadas que obedecen al mismo patrón selectivo, pues informan, más que sobre lo particular calificado, sobre una gran voluntad de poder que domina un campo social reducido a su mínima expresión.

El juego de alternancias permisible dentro de tales límites conlleva demasiado fingimiento, simulación, hipertrofia, como el tradicional debate sobre la pertinencia de la crítica social, un problema que de manera oportuna en los anales de la academia quedó suscrito exclusivamente al tópico de la función o el «papel del intelectual revolucionario» dentro de la sociedad. El arte de simular, que es sobrevivir, llevaría a muchos a cruzar las aguas de ese obligado bautismo ideológico rozándolas apenas, adoptando una visión esencialista al aceptar el estereotipo de semejante marca en una forma descontextualizada. El mismo Manuel Díaz Martínez cuenta que, en la reunión del Jurado en que se llegaría a un veredicto final, defendió su propuesta sosteniendo que «Fuera del juego era crítico pero no contrarrevolucionario —más bien revolucionario por crítico».

Podría justificarse de tal modo esta sinécdoque, la hipostasiación de la figura del «intelectual revolucionario» por el simple y común intelectual de carne y hueso, como se ha hecho frecuente, confiando en que los derechos ganados para uno, para el único existente o realmente aceptado, van a extenderse por contagio al resto. Esta modesta aspiración, sin embargo, disimula quizás en el fondo un desencuentro con la tradición humanista, cuando se intenta dar por obsoleto un modelo ideal, del que ha dependido en buena medida la realización de la cultura occidental —a la que pertenece, por más que quiera negarse a veces, el proceso de la nacionalidad cubana—, en que los intelectuales no solo se representaban a sí mismos y unos a otros, como espejos frente a espejos, sino que aspiraban a expresar, catalizar, significar prerrogativas, derechos y ricas posibilidades de toda la sociedad en su conjunto. En este sentido, la pertinencia social y crítica del intelectual va a estar sujeta a la norma universal del ser humano común y corriente, porque piensa o existe, no más.

Pero el grado de comunicabilidad y crítica ideales que manejan los propugnadores de una estructura de poder maniquea, conveniente, simplificadora, en Cuba, parece reducirse, por desgracia, y cada vez más, a cero. Desiderio Navarro, en la ponencia «In medias res publicas» («En medio de la cosa pública»), presentada en la Conferencia Internacional «El papel del intelectual en la esfera pública» (organizada por el Fondo del Príncipe Claus de Holanda, celebrada en Beirut en febrero del 2000), afirmaba sobre la situación cubana:

«[...] el criterio de la crítica social correcta no sería la verdad, sino la correspondencia de su grado de minuciosidad, escrupulosidad y rigurosidad a cierta medida de lo necesario o conveniente. [...] No criticar del todo o criticar menos de lo necesario o conveniente no es motivo de condena y exclusión. Esto deja ver que el “cero”, la total ausencia, es, en realidad, el grado ideal de crítica social.»4

Así la estrategia favorita de impugnación oficial, tampoco acepta que dentro del dominio público se establezca cualquier plataforma ideoestética para el debate que no esté controlada verticalmente. Con la práctica, esta reacción se ha hecho ley: cerrarle el contrato social al ser humano, descalificando su voluntad, como si se tratase siempre de un microorganismo patógeno que obedeciera a un proceso infeccioso infinitamente superior.

«El más frecuente modo de atacar las intervenciones críticas de la intelectualidad en la esfera pública no es, como sería de esperar, el señalamiento de las consecuencias negativas que supuestamente sus afirmaciones críticas pudieran tener, ni, mucho menos, la demostración del carácter supuestamente erróneo de esas afirmaciones, sino la atribución de condenables intenciones ocultas a sus autores [...]»5

No me estoy cayendo ahora de esta nube. Conocía el riesgo de ser, de «habitar el lenguaje», inclusive aquellos límites rotos y contaminados con ajena realidad. Límites donde siempre le falta oxígeno a las criaturas que luchan por mantener el calor y el temblor de sus sueños. Un día un querido escritor de éxito me aleccionó: «Yo sólo echo las guerras que sé que voy a ganar». Este autor, por supuesto, se las había arreglado para salir y entrar de escandalosos conatos sin desmerecer una certificación de confianza que sólo se expide desde la visión de los vencedores. Pero el éxito real nunca es presencia de nada, ni prueba de vida, al menos jamás en ese sentido rastrero, no visionario. Al revés, pienso que si el plan de mi libertad está condenado al fracaso en lo pequeño y circunstancial, debe adelantarse a estarlo en lo grande: “Ya que no puedo ser libre,/ agrandaré mis prisiones”.6 Si bien la casa común —aunque no la mayor de las que habitamos— que es la historia, la patria, un lenguaje de nuestro ser actualizado y compartido, se muestra inhabitable para las personas ampliamente derrotadas que deben dejar afuera sus excesos de agonía, incluso caídos, el imponderable de ser puede hacernos perdurar delante de la puerta.


Notas:

1 El programa se transmitió por el canal Cubavisión el 21 de marzo de 2011, al día siguiente lo retransmitirían otros canales.
2 «Las razones de Cuba. Ciberguerra: mercenarios en la red», Deisy Francis Mexidor, en: Granma, 22 de marzo, 2011, p. 5.
3 Manuel Díaz Martínez: «Intrahistoria abreviada del caso Padilla».
4 Desiderio Navarro: «In medias res publicas», en: revista La Gaceta de Cuba, no. 3, mayo-junio, 2001, p. 43.
5 Ídem.
6 Verso de Manuel Altolaguirre.

14 comentarios:

  1. Francis

    Toda mi solidaridad. Alguna vez se rendirá justicia, y yo, que no soy rencorosa, juro que no ocultaré la satisfacción de ver la verguenza en los ojos de quienes hoy te acosan por ignorantes y sometidos. Es una lástima la "demolición", pero son comprensibles las razones. Ánimo, que no estás solo, aunque lo parezca. No te aísles, que es la mejor manera de dejarlos ganar. Suerte

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  2. Esta clase de cosas le va a pesar a todos los q se prestan para estas persecusiones. Es una verguenza cuba... y sinceramente me averguenza ser cubano cuando leo estas cosas.

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  3. Nunca he comentado en su blog, pero despues de leer la injusticia que con usted se comete el penultimos dias he decidido darle todo mi apoyo y decirle que no se rinda ante la injusticia.
    saludos verdaderos.

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  4. animo, cuando todo esto pase(y pasará más tempreano que tarde, porque el pueblo de cuba ya se está cansando de tanta injusticia) tus hijos estarán orgullosos de tí, mientras que ellos(los acosadores, los segurosos, en fin, el régimen, no podrán mirar a nadie a la cara.
    Ha sido un verdadero placer leer tus escritos

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  5. Francis: Estoy cerca de ti, tienes toda mi solidaridad, sé que ni siquiera puedes acceder a Internet, y quizás ni leas este comnetario, pero te digo y lo sè porque conozco como actùa el mal, que has hecho bien en cerrar tu blog, con esta valiente denuncia. Tu esposa y tus hijos ya estaban siendo fustigado y era demasiado, el comentario en esta ciudad y los peligros eran mùltiples, ahora mismo se convocó una reunión con todos los artistas jóvenes en el PCC, sabrà Dios. Pero aunque muchos no lo digan, admiramos tu valentìa, tu decisión, tu escritura y tu voz. Que la Virgen de la Caridad del Cobre que en estos días anda por Ciego, los ampare.

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  6. Los de la Seguridad, que conocen cada paso de cada cubano, y màs de personas como ustedes, saben bien que no recibieron jamás un centavo por lo que hacías. Estoy asqueado de ese país, donde por ejercer una mìnima cuota de libertad de demonizan. El precio es alto, amigo, pero vendràn dìas mejores.

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  7. Tus post eran verdaeros ensayos, excelentes muestras de que eres un gran escritor, y un escritor honesto, que sólo aspirabas a expresar tus ideas. Disfruté mucho tu prosa y eso es lo que quedará, eso no te lo pueden quitar. No te podrán apagar, amigo. La libertad para todos llegará.

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  8. Ánimo, francis: ellos son los que más miedo tienen. Pero lo inevitable vendrá. El Pen Club Internacional está al corriente de todo esto. abrazo.
    arzola

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  9. Amigo ojala no te equivoques cerrando tu espacio,escribir sin dictados no es una opción,es un derecho,imagino sepas que en el 2003 fui sancionado por este motivo y siento orgullo por ello,nuestra voz es pequeña pero sin ella la verdad también fuera mas pequeña,dejarlo todo puede ser `peligroso para ti y los tuyos,recuerda que si el mundo te conoce,la protección es mayor aunque no significa que el odio y la intolerancia te envíen a prision,siempre te leía,incluso en la cárcel y ojala pueda seguir leyendo tus crónicas y libros,no te detengas hermano,un abrazo Pablito.

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  10. Un blog es solo un medio para expresarnos, no importa mucho si lo cierras o no, el blog que llevas dentro seguirá abierto y produciendo, a ese no se le pueden poner cadenas, por mucho que el miedo nos haga temblar seguiremos pensando. Ellos, los represores, cuando mienten, y aplastan todo asomo de libertad, no hacen otra cosa que dar testimonio de lo que, ellos, son. Es en medio de la persecusión donde las almas se purifican y se acercan a la santidad. Cuidese y cuide a los suyos, otra Cuba nos aguarda.

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  11. Francis, aguanta. Utiliza el blog como escudo. Escribe lo que te apetezca y denuncia el acoso cuando ocurra. Estaremos aqui apoyandote y leyendote. Aguanta. El futuro puede ser mas negro sin gente como tu.

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  12. Francis ante todo un abrazo y trasmitirte mi pesar por tu decisión de cerrar esta ventanita desde tus nubes. Se que como hombre de pensamiento transparente nada te hará que cambies tu visión con relación a la Dictadura feroz que nos ha tocado. Me encanta leerte y siempre que encuentre tu nombre te leeré. Por favor, ten presente que te ha tocado vivir un tiempo muy especial y la vida de los grandes nunca es sencilla y fácil.

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  13. Francis es tu decision personal cerrar tu blog. Todo cubano sabe como la maquinaria represiva funciona y usted debe cuidar a su familia. Todos los sulacranes,chivatones,segurosos etc, son los que deben sentirse abochornados por seguirle el juego a ese regimen oprobioso.Estoy seguro 100% que el primer Secretario del PCC de su provincia se salio con la suya pero todos esos seres miserables son juzgados por su propia conciencia .

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  14. ¡AY querido compatrita!, hace un nudo muy gordo en la garganta leer lo que escribes, no te aflijas por haber abandonado el derecho a expresarte que el carro del tiempo no para y siempre hay un final para todo incluyendo esta vida, porque otrás hemos vivido y muchas más habrán, en esta hay un plan a cumplir y según nuestras notas, seremos mejor o peor según ese resultado, el karma es sensible y si le dañamos, mas tarde pagaremos, pobre de nuestros verdugos y de su retroceso o regresión espiritual. Dios es grande y está con los oprimidos aunque haya momentos en que lo dudemos y pensemos que estamos abandonados.
    Justino Morales, un cubano como tú que también sufrió y sufre injusticias.

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